Estaciones del Ser
Hoy camino por la calle temprano en la mañana, llevo puestos varios jerseis y una chaqueta que me cubra del frío. Veo las hojas en colores cálidos al igual que una alfombra que cubre las aceras y escucho el sonido que hacen mientras las trituro en cada paso que doy, es un arte natural de paisajismo terapeútico. Subo la mirada y veo los arboles que se van quedando sin hojas en las ramas y me parece que estuvieran diciendo adiós al moverse. Siento una gran empatía, pues por alguna razón yo me siento igual. Diciendo adiós a algo, puede ser a una parte de mí que ha madurado para dar lugar a un estado consiente.
Tú también, ¿habeís notado en alguna ocasión cómo físicamente vamos cambiando al igual que las estaciones del año?
Muchas culturas antiguas eran muy conscientes de eso y respetaban los cambios que demandaba el cuerpo. Hoy en día la vida tan aprisa no nos deja espacio ni para sentirnos. No nos podemos dar el lujoso tiempo de frenar y realmente escuchar a nuestro cuerpo y sus necesidades. Queremos continuar ininterrumpidamente en el “confort” de estar siempre igual, sin alteración alguna. Pero, que maravilla sería si nos permitiésemos mudar de piel como una serpiente o mudar pelaje como un caballo en verano. Y qué decir de disfrutar la cosecha otoñal de nuestros pensamientos. Sería doblemente espectacular observar el florecimiento primaveral de nuestros pensamientos y tal vez fisicamente de nuestras uñas nuevas. Podríamos decir que nosotros también pasamos por estaciones en nuestro propio cuerpo, aunque no siempre están sincronizadas con las estaciones del año.
A mí, me gustaría pensar en nosotros mismos como un jardín zen en el que algunas veces se plantan ideas que debemos cuidar y las cuales veremos florecer en su debido tiempo, no antes ni después, igual que una flor. Un jardín donde muchas veces pasamos un frío invierno y debemos ser amables con nosotros mismos para protegernos y no dejarnos expuestos ante ese frío. Tenemos tambíen etapas de transición, igual que el otoño, donde nos preparamos para cambios fuertes. Algunas veces esas transiciones son esplendorosas y nos proveen de dorados e inolvidables momentos, pero algunas otras esos cambios vienen con fuertes vientos que nos sacuden demasiado. En esos momentos es cuando debemos ser doblemente amables y amorosos con nosotros mismos y no quedarnos sólo con los superficial que nos desespera y frustra. Pero también debemos alegrarnos y disfrutar de una cosecha esperada y trabajada con mucho amor, como cuando disciplinadamente hemos asistido al gimnasio y hemos comido slaudablemente (aunque no siempre sea lo mas fácil o más cómodo) y entonces cosechamos cuando nos sentimos bien y vemos que tenemos ese abdomen plano o simplemente tenemos esa ligereza para caminar, esa energía para jugar con nuestros hijos y ese amor por nosotros mismos. Eso ha de disfrutarse al igual que una jugosa manzana recién tomada del manzano.
Siempre estamos en constante movimiento y transformación, es natural y es hermoso, nunca olvidemos ser amables con nosotros mismos y sobretodo en los momentos más difíciles. Seamos como una flor que muere y renace constantemente, que necesita cuiadados y cultiva los sentidos.
¡Gracias y hasta la próxima!
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